Un tumultuoso horizonte
negro
cegó tu mente con el
tormento,
y sin otoños llegó el
invierno.
Todo el amor se convirtió en
celos
vestidos de odio, de sangre
y miedo;
incertidumbre, dudas, deseo,
con una mezcla de carne y besos.
Muy lentamente fuimos
muriendo,
flores cortadas en un
florero;
quise tu agua y estabas
lejos
en un submundo de
desconcierto.
Intento entrar, pero no
puedo
y voy secándome en el destierro,
sé que soy cura, que soy
remedio,
que soy locura, mas sin
quererlo.
Lanzo mis manos, pero no
llego
para sacarte de ese agujero
tan irreal como un mal sueño,
tan intangible como el
silencio.
Y nace el sol en algún
momento
y la esperanza me pone en
vuelo,
pero la noche oscurece el
cielo
y tu sonrisa apaga su fuego.
Y así me quedo solo en mi
lecho
soñando días de gozo pleno,
desando sólo que un día de
estos
se abra tu mundo y vuelvas
al nuestro.
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