De muerte

La deuda

La verdad es que estoy frito
Sin una oportunidad       
Con mil cuentas que pagar
Y abajo de un aerolito
Y por más que lo medito
No encuentro una solución
A esta cruel situación
En la que ahora me encuentro
Como oveja en el recuento
Que hoy va a ser degollada
Por una sarta crispada
Que quiere cobrar lo suyo
Y ha roído hasta mi orgullo
Para recobrar su adeudo
Del muerto que soy un deudo
Por una noche de juego
En un desliz veraniego
De droga, alcohol y mujeres
Esos benditos placeres
Que aborrecen en la iglesia
Y que no entran en la mesa
Del común de los mortales
Y ahora son todos mis males
Y en el final ya me encuentro
Con un puñal hacia adentro
Y un sicario bien sonriente
De oro uno de sus dientes
Y la sangre como pato
Que acabará ya en un rato
Con todo este sufrimiento.
Y les juro que no miento,
Mas yo quería pagar
Esa deuda del azar
Que aquella noche contraje
En ese alocado viaje
De placer y alucinamiento
Festejando en mejor traje
Mis treinta de nacimiento.

Cansado de vivir un siglo
Quiero que vengan
De una vez con sus alas blancas o su mortaja negra.
No me importa a dónde me lleven,
Tan sólo quiero que lo hagan.
Me da lo mismo un jardín o una fogata.
En fin, ambos son eternidad infinita.
Quiero que vengan
A juntar con una pequeña bolsa mis horas felices
Y con un enorme saco mis desdichas.
He nacido para padecer, como tú
La felicidad son sólo limosnas que acuñan los ingenuos
Los optimistas y los mercaderes de la ilusión.
Quiero que vengan
Las heridas de la vida masacraron mi alma
Y mi esqueleto ya está harto de los golpes del vivir.
Los que amé ya han partido
Y fueron tan ingratos que no me llevaron consigo
No me importa a dónde.
Hubiera sido más digno que este depósito de viejos.
Quiero que vengan
Así como hace un siglo me trajeron en frágil atadijo
Que se hagan cargo y me devuelvan al polvo estelar
A brillar como cometa,
-Cosa que no me ha dado esta vida-.
Quiero que vengan
Más si no vienen,
Me haré cargo yo mismo de comprar el boleto
Hacia la nada.
Juntaré mis días, mis recuerdos.
Derramaré la última lágrima
Y dispararé la última carcajada.

La tumba
Una flor seca se mecía
mansamente en el hueco de cristal
de un florero por el agua olvidado,
ni siquiera mojado
por la lágrima salada de un ojal.
Mil granos de roja arena
cubrían el mármol de su mal
agrietado por la sequedad del viento
cual la carne cubierta por la sal.
El bronce otrora bruñido
resignaba  su estirpe señorial
y la foto de la  eterna vida
su sonrisa,  yerma soledad.
Y yo allí, silencioso cuervo
inundado de silencio sepulcral
agradecido de no estar olvidado,
y de ser tan sólo un deudo del azar.


Despedida
He aquí el final para mis sueños,
he aquí la que no tiene dueño.
He aquí la carne de mis venas,
he aquí la cura de mis penas.

He aquí la libertad de mi alma,
he aquí el comienzo de la eterna calma.
He aquí la nada y el olvido,
he aquí mi último suspiro.

He aquí el fin de mis amores,
el fin de mis prejuicios, de mis rencores.
He aquí la justicia infinita,
la de mi conciencia, la nunca escrita.

He aquí el final para mi cuento,
de lo que me arrepentí,
de lo que no me arrepiento.

He aquí el final para mi nombre

moviéndose en el mundo de los hombres.

He aquí mi vana despedida,
no sé hacia adónde voy,
o si volveré algún día.






Redención (a mi padre en sus últimos momentos)
Expira. No atiendas mi súplica desesperada,
sé que no duele. Mas,  no quiero mi dolor de perderte, 
para nada.
Así somos, así fuiste: egoístas, raza humana.
No dejes de partir sin legarme tu risa inmaculada,
no te vayas sin dejarme la ilusión de tu mirada.
Descansa. Me encanta tu sonrisa descarada,
la quiero para siempre en mi alma dibujada;
un vuelo de gorriones, un son de paz alada.
No quiero este dolor de perderte, 
para nada
pero ya lo decidiste, partirás a tu morada
de cielos azul  claro , de días de oro y plata, de amor puro y de calma.
Se notará la ausencia de tu carne en las mañanas,
pero más se notará… la presencia de tu alma.



 Pero estaba allí

Tenía una sonrisa de esas, para coleccionar
La vida en las mejillas, la paz en su mirar.
Una jungla rizada en su cabeza
Sus labios… dos cerezas a punto e estallar.
En soles, sus pupilas de horizonte negro
Un amplio mar su frente de tardes de febrero.
Medias lunas radiantes los arcos de sus cejas
Sensuales sus pestañas… un vuelo de belleza.

Tendría diecinueve, quizás un poco más
La vida por  venir, un mundo por soñar…
Pero estaba allí… en la dormida ciudad
Cubierta por madera… y flores por secar.




Ya no la tengo
Caen las hojas; el otoño ha llegado;
el sol comienza a alejarse; el cielo ya está sangriento;
el crepúsculo, cae ahora sobre mi pueblo.
Pero ya no la tengo.
La noche avanza; mi mente comienza a estremecerse;
Ella viene a mi memoria; pero ya no la tengo.
La perdí un día de verano en aguas del Río Negro;
las aguas me la llevaron, me la llevaron al cielo;
allá junto con mi madre, con mi padre y mis abuelos.
Quisiera irme yo también para estar junto con ellos.
Y tenerla junto a mí...
sentir el calor de sus besos...
pero... son vanos pensamientos.
¡No podría yo llegar!
Soy humano: iré al infierno...
Un perro ladra, y yo,
recostado aquí en mi lecho recordando.
Recordando... su sonrisa de ángel,
sus cabellos trigueños y sus ojos de lucero…
Ahora la veo en tinieblas:
¿Es que estoy agonizando?
¿O será que estoy durmiendo?

No lo sé. Pero ya no la tengo.


¿Qué más da?
Más allá del tiempo seré sueño infinito,

entre polvo de estrellas nadaré perdido;
el todo y la nada estarán conmigo,
guardias estelares cuidarán mi olvido.
Decidí nacer, por ello he vivido,
decidí vivir y elegir destinos,
caminé por campos verdes azulinos,
disfruté manjares, mujeres y vinos,
supe del amor y placeres divinos,
supe del dolor, supe ser mezquino.
Pero, hoy mi cuerpo yace allí tendido,
y sin la paloma se quedó mi nido;
un rayo de sol se filtra en los árboles,
una lágrima hipócrita rueda tan cobarde,
un manto de tierra, acaba mi tarde,
y la soledad como el fuego me arde.
Acaso esta noche mi cuerpo cabalgue
desnudo de tiempo su último viaje,
un destino incierto se yergue adelante
¿el cielo?, ¿el infierno?
 ¿Qué más da? ya estuve allí antes.



Morir amando
Rojas, bardas rojas.

Verde, alamedas verdes;
una ruta finita hacia adelante;
atrás quedaste vos y lo que fuimos.
-Miro el retrovisor-
está el pasado con su carga pesada,
un ataúd lleno de recuerdos,
una mezcla de mí con el mundo.
La radio y su manía de poner canciones,
que me trasladan a cuando eras mía.
Es una excusa más para acercarte.


Estoy lejos,
pero no puedo apartarme de vos,
no consigo sosegar este aluvión de suspiros
doloridos de razón.
No quiero despertar,
me estoy quemando,
en medio de la nada estoy viajando,
ya no es mío el control,
entregué el mando;
fue el destino, mi amor:
Mi destino es morir amando.

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