En esta hermosa tierra mía
Instante (a mi hermana Amalia)
Aquí, en esta geografía plana
De arbusto achaparrado por el viento,
De heladas blancas y de escarcha.
Aquí, en este contrapunto de silencios
De estrellada techumbre celestial,
De gente simple como el tiempo.
Aquí, en esta vastedad inmensa como el cielo
Con la ventisca que silba en los oídos
En la diáfana noche del desierto.
Aquí, en esta tierra que sabe poco de agua
Dura como el alma de un guerrero
Y suave como manos de mamá.
Aquí germinó la semilla de mi ser
La que sembraron La Ramona y El José
Allá por el noviembre del sesenta y tres.
Aquí hundí mi raíz y mi esperanza
Como el coirón, la jarilla y el neneo
En este oasis a orillas del Río Negro.
Aquí afiné mi lengua y mi guitarra
Le puse mariposas a mi alma
Y me elevé en el aire hecho canción.
Aquí sufrí la vida y su destierro
Sufrí el amor y su consuelo
Y le hundí mil puñales al dolor.
Aquí, en esta estepa milagrosa
Fui vida en la sangre de mis hijos
Fui paloma, chimango y libertad.
Aquí, en mi amada tierra rionegrina
Pienso quedarme hueso sin carne
Llanto y recuerdo, olvido y lobreguez.
Aquí renaceré como manzano,
Como átomo en el agua del canal,
Como flor de achicoria en primavera.
Aquí divagaré como fantasma
En las noches de charlas de fogón
Con Meulen, la Calchona y el Chonchón.
Aquí reposaré tozudamente
Polvo en el polvo, aire en el viento
Por la inconmensurable eternidad.
Aquí. En esta hermosa tierra Mía.
Instante (a mi hermana Amalia)
Es tarde de enero por las chacras.
Tirados aquí, bajo el manzano
Vemos las rojas perlas que se hamacan
En el perfume siestero del verano.
Junto a nosotros está la vieja radio
Que buenas canciones ya no pasa
Talvez se las robaron estos años
Que en el alma y la piel dejaron marcas.
Tomo un trozo de hierba entre mis manos
Vemos las rojas perlas que se hamacan
En el perfume siestero del verano.
Junto a nosotros está la vieja radio
Que buenas canciones ya no pasa
Talvez se las robaron estos años
Que en el alma y la piel dejaron marcas.
Tomo un trozo de hierba entre mis manos
Y me pierdo en los aromas de la alfalfa
Recuerdo cuando junto a mis hermanos
Guerreábamos alegres con manzanas.
Y después de la batalla refrescarnos
En el canal que se entregaba a nuestras anchas
Amplia piscina de arena, barro y pasto
Hijo del río, fuente de la vida valletana.
Un tractor que por la calle pasa
Me devuelve al presente con su trueno
Lleva cajones del fruto prohibido
Que prontamente marcharán camino al puerto.
Ahora veo que dormida te has quedado
Como hace tiempo estás abandonada
Entregada a la tarde y al silencio
Que juntos juegan entre surcos verde y malva.
Entonces me cuelgo entre las nubes
Esos barcos que mi imaginación ganan
Y zozobro en un mundo de siluetas
En esta tarde de enero por las chacras.
Otoño
Una a una van cayendo
Mi alma entre tus árboles
Huechulafquen, lago de los altos,Recuerdo cuando junto a mis hermanos
Guerreábamos alegres con manzanas.
Y después de la batalla refrescarnos
En el canal que se entregaba a nuestras anchas
Amplia piscina de arena, barro y pasto
Hijo del río, fuente de la vida valletana.
Un tractor que por la calle pasa
Me devuelve al presente con su trueno
Lleva cajones del fruto prohibido
Que prontamente marcharán camino al puerto.
Ahora veo que dormida te has quedado
Como hace tiempo estás abandonada
Entregada a la tarde y al silencio
Que juntos juegan entre surcos verde y malva.
Entonces me cuelgo entre las nubes
Esos barcos que mi imaginación ganan
Y zozobro en un mundo de siluetas
En esta tarde de enero por las chacras.
Otoño
Una a una van cayendo
Como letras de un poema
Acarreadas por la brisa
de este abril de luna nueva.
Unas ocre, unas zainas,
otras que mueren de pena
porque aún con savia fresca
volverán a ser esencia.
Se ha teñido de amarillo
El camino hacia la escuela
Alfombrado de crujientes
Retazos de hojillas muertas.
El sol se duerme temprano
Y más tarde se despierta
Hay humo en las chimeneas
Es señal de invierno cerca.
El árbol se siente vano
Sin aves en sus horquetas
Alza sus ramas al cielo
Como rogando que vuelvan
Con su trinar encendido
De estío en hora de siesta
Cuando la brisa no sopla
Y el verde esta en la floresta.
Aromas de chocolate
Con leche y azúcar negra
se entremezclan en el aire
Con el olor a humareda
De las fogatas que vuelven
En cenizas las hojuelas
Esas que ayer eran sombra
Y hoy ensucian las veredas.
Se ha instalado ya el otoño
Y mi alma lo festeja
con un latir enjundioso
de poeta en musa plena.
Es el tiempo de pantuflas
Y sillón junto a la hoguera
Es tiempo de poesía
Y melancolía buena.
paraíso a mis ojos en Los Andes
con tu verde quietud me enamoraste
y ya en vos, nunca más pude dejarte.
Al son de sinfonías en arroyos
y entregas altanero tus bondades
a todos quienes beben de tu cauce.
No pienso en otra cosa más que en vos
a la hora de soñar con retirarme
de la lucha por la vida cotidiana
para pacer plácidamente en tu paisaje.
Ceniza quiero ser de ese gigante
que cuida tus espaldas, Huechulafquen
esa pústula enorme de la tierra
de nieve blanca eterna e inmaculada imagen.
Ojalá mi bien que la codicia humana
nunca enferme la pureza de tus aires,
mas quiero que mi hijo y mis bisnietos
puedan verte siempre fuerte y arrogante.
…el día que me muera, Huechulafquen
quiero a mi alma jugando entre tus árboles.
Cosechero
Las sombras largas de las finas alamedas
se recuestan en tu alma de manzanos y peras;
el sol se hace sangre en el ocaso
y penetra mi olfato la noche que se acerca.
Ha acabado otro día de la dura cosecha,
De escalera pesada, de transpirada tela
Y regreso hacia mi pieza falleciente
Por tus calles empedradas y maltrechas.
Entre aromas de alfalfas y de menta
Me zambullo en el agua de un canal que te riega
Agua bendita para mi piel cansada
Fresca quimera que mi alma renueva.
No conozco otro mundo, sólo chacra y acequia
¡Pero soy tan feliz pisando vuestra tierra!
Recogiendo tus frutos, sacando la maleza
Levantando la patria desde mi humilde senda.
Mi querido valle de entre las mesetas
Que siempre te colmes de manzanas y peras
Y que siempre mi mano pueda recogerlas
En el soleado estío, en la sórdida siesta.
Soy tu cosechero, levanto tu ofrenda
Soy ese que canta sobre la escalera
Soy el que entre plantas, aunque truene o llueva
Soy parte del polvo que en el viento peinas
Soy como el gorrión que anida en tu tierra
Y el que se levanta jornada tras jornada
a jalar tu rienda.
Tormenta de verano
Una tropilla, jinetes negros, crines rizadas
Tormenta de verano
Una tropilla, jinetes negros, crines rizadas
Viene a lo lejos, batiendo parche de piedra y agua.
Muestra su espada de oro flagrante y flashes brillosos
Con estruendosos motes de fuerza y cañón rabioso.
Monta en el viento que desde el norte canta su zamba
De aire caliente, de remolino y arena en llamas.
Acá en las chacras, pavura hay en la paisanada
Más no han pecado y San Pedro amaga con la pedrada.
Ya lo sabían, lo anunció el perro en la madrugada
Con su revuelco de tierra seca y cola empolvada.
Pidiendo al cielo por la cosecha y la brega diaria…
Se hace un silencio…
y como presagio de la llegada
Caen gotones medio dispersos sobre las chapas.
Ruidosos chocan los postigotes de las ventanas
Y el sauce tiende su melenota de verdes ramas.
Ya los gorriones asustadizos buscan la calma
Que le propician las grandes hojas de la enramada.
Y las gallinas cobardes corren como azuzadas
Hacia el tinglado que está en el fondo, allá, tras la casa.
Truena el infierno descerrajando el cielo y la nada
Ardiendo en rayos y ráfagas firmes y huracanadas.
Vuelan mil granos de tierra seca y hojas sesgadas
Vuelan papeles, los cardos muertos y la misma casa…
Vuelve la calma…
Como diciendo –no pasa nada-
Pero se sabe que es mejoría de escasa laya.
Atrás se viene la estrepitosa cortina ufana
De átomos grises, que exhalan gotas de húmeda agua…
Y se desata ese manantial que del cielo emana
Furia dantesca arrasando todo lo que desgrana.
Se rinde el sauce, se rinde el suelo y la paisanada
Ante tremenda muestra de fuerza y bravura nata…
Fueron minutos…
Sólo minutos de truenos y agua.
No cayó piedra y lo celebra la paisanada
Con mate amargo y tortas fritas recién amasadas
Y agradeciendo mirando al cielo y a la esperanza.
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