Sorbí de tu adentro, te
quité las penas,
Lustré tu confianza, te
legué mi ofrenda,
Te colmé de rosas, te di mi
colmena.
Curé tus heridas, solté tus
cadenas
Limpié tu sendero de sombras
estrechas.
Pinté un universo donde eras
la estrella,
Mi volcán furente, la
blancura eterna.
Y te di mi agua y te abrí mi
huerta
Para que saciaras tu sed de
agua fresca.
Pero primavera nívea, cruel y gélida
Me llegó un domingo tras
copiosa fiesta.
¡Tan fría me fue! que caló
mis venas,
Congeló mi alma y quemó mi
hierba.
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