tras negra batalla con la opaca
noche
y se abrió el camino, blanco como un
copo
y el sol irradió el oro en su
coche
Como un torbellino librado a su
antojo
celebró su mente sin darse
reproches
la alba transparencia de horizonte
rojo
que colgaba el cielo pendida de un
broche
Aguas cristalinas danzaban su loco
baile de quimeras, de sal y
derroche
de energía y brisa marina en el
ojo
de la misma vida embebida en
ponche.
Un azul profundo inundó sus
ojos
y sus pies descalza sobre átomos
ocre
plasmaban sus huellas, livianas de
todo
planeando hacia el agua, alejando el
monte.
Y sintió en sus plantas la humedad sin
lodo
de la orilla plana, de mareas
torpes
entonces volaron sus ropas, sus
modos
para hundir su cuerpo en espuma y
goce.
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