Quizás lo primero que
escuchaste
Al salir de las entrañas de
tu madre
Fue el lamento machista de
tu padre
Por no contener entre tus
piernas
El esperado viril trozo de
carne.
Pero el tiempo y las manos
de natura
Te transformaron en maja
flor radiante;
Radiante a los ojos de ese
hombre
Que un “machito” quería en otro
instante.
Pero tu luz inmaculada de
belleza
Cegó sus ojos
Para pulir con carcelaria
idea
Y atesorarte con celo de un
amante.
Creciste con cuidados
singulares
Por temor a que fueran a mancharte
Las torpes manos de un
muchacho
Llenas de fango de deseo por
tu carne.
Pero un día volaste de tu
nido
Y en el mundo machista te
adentraste
A ser vos, una rosa entre
los cardos
A ensayar poco a poco
hacerte grande.
Y a ese muchacho del que
tanto te cuidaron
Tu tesoro sin reparos le entregaste
Era el amor el que llamaba
lujurioso
Para que abrieras tus alas
sin pensarte.
Pero ese mismo que tu
inocencia se llevó
Te juzgó con la vara miserable
La misma que utilizan los
imbéciles
Con medidas de machismo
deplorable.
Hoy igual caminas por la
vida
Con la frente bien alta, con
alarde
Fuiste sincera y entregaste
tu pudor
A un idiota, que no supo
valorarte.
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