La
gente no sabe que soy un poeta,
Que
soy un labriego de papeles blancos;
Que
pinto la vida poniéndole letras,
Que
me abro indefenso rosa entre los cardos.
La
gente no sabe que soy un guardián
De
versos que pugnan por su libertad;
Que
cual indulgente y sutil edecán
Los
libro en metáforas colmas de beldad.
Amigo
de la noche, el silencio y la excusa;
Que
rendido me tiendo soberano en mi trono
Esperando
que llegue la bendita musa.
La
gente no sabe que bebo en la copa
Que
vomito pletórico la palabra escondida
En la
masa inerme, en arcanos cofres.
La
gente no sabe que yo me transformo
En
puro sentir y vuelo a destajo
Cuando
llego al éxtasis poético pleno
Y la
letra sale como un agasajo.
La
gente no sabe que soy cual la tierra
Que
anida enjundiosa vida y aseidad;
Que
germina en mí la semilla divina
De la
palabra liada con humanidad.
La
gente no sabe que soy como el agua
De la
correntada briosa de los ríos;
Que
arremeto en torrente de verso afilado,
Declarando
el sentir y el sueño de los míos.
La
gente no sabe que yo abro mi alma
Para
que la puedan curiosos mirar;
Que
soy confesor de mis hondos secretos
En el
inefable arte de rimar.
La
gente no lo sabe y jamás lo sabrá
Aunque
un día logre victorioso llegar
Quizás,
talvez la muerte primera ha de arribar;
¿Acaso
así será?
Ven,
Sigamos en vuelo de palabra escondida,
Llenemos las copas, vamos a catar;
Sintamos profundo cómo pasa la vida,
Ahora la hoguera vamos a atizar.