Les robamos un mundo de
juguetes,
les negamos la tibieza del
amor,
a sus almas las privamos de
ilusiones,
y les dimos una esquina bajo
el sol.
Por las noches sus camitas
no están tibias,
ni siquiera talvez tengan un
colchón,
nada saben de besos de
“buenas noches”,
ni de sueños entre nubes de
algodón.
La mañana los encuentra por
las calles,
no hay maestras esperando en
el portón,
mas la escuela no interesa
cuando hay hambre
y el futuro no es mañana
sino hoy.
Sus piecitos no conocen esa
marca
de zapatillas de la vidriera
de hoy,
¿sus ropitas?, vale más esa
corbata
que está usando el señor
gobernador.
Sus manitos día a día
golpean el vidrio
del señor que se hace el que
no los vio,
o la puerta de la buena
vecina
que les da lo que no comerá
hoy.
Sus ojitos que no saben de
alegrías
ven pasar al mundo y su arrogancia,
y talvez sueñen con mirar un
día
un país más justo y de
abundancia.
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