Tomé el camino que lleva a las Tres Cruces,
El Gólgota de mi General Roca,
Allí donde el viento silba sempiterno
Me senté al borde del barranco
A retirarme con mi alma, la que evoca
La esencia misma, la enjundia de mi ser,
La cofradía de mis vidas remotas…
Contemplo mi pequeñez desde muy cerca
Ante la inmensidad que mi vista abarrota:
Un río azul, un cielo gris, un ancho verde
Y un vacío a mis pies que me provoca.
Me llama, me tienta, me atosiga,
Me aprisiona, me tortura y me estoca
Esa realidad que corre equidistante
Del momento sutil que a mí me toca.
Me ofrendo, me ofrezco, me desgrano
Y desplego mis
cientos de alas rotas,
Me aparto de este suelo que me empala
Y me entrego a los mantras sin alforjas…
Estoy lejos de mí…
Ondeo en un sinfín de viejas notas,
En una paz de infinidad inquilina
Que me puebla y acribilla mi congoja.
Alguien grita en el ayer desesperado,
Alguien llora en el hoy su expiración,
Alguien nace refulgente en el futuro,
Alguien canta una remota canción.
Una pluma que cae al precipicio,
Una rama que se quiebra con vigor,
Una nube que se esfuma con el viento,
Una gota que se seca con el sol.
…
He regresado renovado y silencioso,
A esta dura realidad tan presurosa,
Con el alma limpia y alumbrada
Y la paz ocupándome armoniosa.
Estoy entre la gente, imperceptible.
Que estoy, que soy otro nadie nota.
Quizás hoy me he quedado en las tres cruces…
Con Jesús en la meseta Patagona.
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