Parece
que alguien ha muerto…
En la
vieja aldea, de pequeñas casas
Pareciera
como si alguien hoy ha muerto.
Y yo
regresando, hijo de este pueblo
Que un día partiera a futuro incierto.
Aún
tengo fresco el vivo recuerdo
De
cuando me fui por este sendero
Que
lleva al asfalto, al mundo moderno,
Que
lleva al futuro y hasta al mismo infierno.
Mi
madre lloraba y en su desconsuelo
Prometí
que pronto volvería al pueblo,
Para
asir su mano y abrazar su cuerpo,
A
buscar su amparo en el frío invierno.
Pero
esto es muy raro, hay mucho silencio…
Las
sendas vacías, no ladran los perros,
Y en
los paredones de piedras sin tiempo
El
sol sigiloso recuesta su sueño.
Sobre
las genistas de amarillo intenso
Las
abejas zumban su dulce secreto,
Y en
los eucaliptus que rodean el cerro
Escondido
trina solo el benteveo.
El
sauce silente se mece embustero
En el
entrevero que le brinda el huerto
Con
vides curvadas, verbenas y ajenjo,
Tercas
madreselvas, peras y ciruelos.
El
silencio cunde en el calor de enero.
Cruza
una gallina junto a sus polluelos,
Y
hasta los portones de madera y hierro
Están
hoy cerrados como con misterio.
Hay
un gran silencio…
Y
poquito a poco me acerco a mi techo.
Ansío
ya mismo el mirar intenso
De mi
santa madre en su lagrimeo;
Ansío
ya mismo asirla en mi pecho
Para
regalarle mi más dulce beso…
Está
todo igual cual yo lo recuerdo.
El parral,
la bomba
De
agua y el cantero
Colmado
en gladíolos y malvones tersos.
El
tilo y la acacia aún son inmensos,
Y el
horno de barro sigue contra el cerco.
El
galpón de chapas, el leñero, el huerto,
Y al
fondo del todo gallinas y puercos.
Nada está
cambiado en mi querido pueblo…
Miro
hacia lo lejos…
Y de
pronto veo
Cruzando
el arroyo del puente de hierro,
Que
todos caminan rumbo al cementerio.
Una
caravana teñida de negro transita marchita
Acarreando
un féretro.
El
cura, la machi y hasta algunos perros
Son
parte solemne del final cortejo.
Pero
me disculpo ante el Dios supremo
Y
envío de lejos al cristiano muerto
Mi
sentido pésame y santo respeto.
Mas
lo que yo quiero en este momento
Es tan
sólo entrar a mi rancho bueno.
-¿Cómo
estará mama? Más viejita, es cierto-
Pero
siempre dulce como miel de trébol
Con
su trenza al viento y con su pañuelo,
Con
sus manos blancas de paz y silencio.
Golpeo
la puerta y espero contento
Su
asomar cansino de otoños y tiempo.
Pero
nadie asoma, ¿estará en el cortejo?..
… Se
me hiela el alma, se agita mi pecho,
Mis vellos
se erizan, se anuda el garguero.
Y así,
sin pensarlo disparado salgo
Corriendo
al camino que va al cementerio.
Voy pidiendo
a Dios que no sea cierto,
Que no
sea ella la que está en el féretro
-
Que
no sea mi madre Diosito te ruego
-
Que
no sea ella la que se fue al cielo…
Llego
al cementerio, está todo el pueblo,
Y como
un enjambre de atavío negro
De a
uno se abalanzan con brazos abiertos,
Con rostros
sombríos y en hondo silencio
Para
consolarme y darme sus respetos.
No
quiero creerlo, no quiero creerlo,
Por
eso me acerco al ataúd de fresno,
Levanto
la tapa rogándole al cielo,
Y allí
está Ella en el ancho sosiego
Que brinda
la muerte al llegar su tiempo.
Allí está
Ella cruzando sus dedos
Crucifijo
en mano cabalgando al cielo
Con su
rostro frío y mudo su cuerpo...
...Y yo
regresando, hijo de este pueblo
Que un día partiera a futuro incierto.
¡Cuánto sentimiento, Andrés! Me conmueven tus versos.
ResponderEliminarGracias Olga. Un abrazo!!!
ResponderEliminarUna descripción maravillosa del lugar, pero que tristeza y cuán duro golpe del destino. Versos tan descriptivos que conmueven el alma. Saludos.
ResponderEliminarQue bueno que mi poesía te llegue tan profundo Rosa! Gracias por tu visita!
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