1.6.18

El regreso

Parece que alguien ha muerto…
En la vieja aldea, de pequeñas casas
Pareciera como si alguien hoy ha muerto.
Y yo regresando, hijo de este pueblo
Que un día partiera a futuro incierto.
Aún tengo fresco el vivo recuerdo
De cuando me fui por este sendero
Que lleva al asfalto, al mundo moderno,
Que lleva al futuro y hasta al mismo infierno.
Mi madre lloraba y en su desconsuelo
Prometí que pronto volvería al pueblo,
Para asir su mano y abrazar su cuerpo,
A buscar su amparo en el frío invierno.

Pero esto es muy raro, hay mucho silencio…
Las sendas vacías, no ladran los perros,
Y en los paredones de piedras sin tiempo
El sol sigiloso recuesta su sueño.
Sobre las genistas de amarillo intenso
Las abejas zumban su dulce secreto,
Y en los eucaliptus que rodean el cerro
Escondido trina solo el benteveo.
El sauce silente se mece embustero
En el entrevero que le brinda el huerto
Con vides curvadas, verbenas y ajenjo,
Tercas madreselvas,  peras y ciruelos.

El silencio cunde en el calor de enero.
Cruza una gallina junto a sus polluelos,
Y hasta los portones de madera y hierro
Están hoy cerrados como con misterio.
Hay un gran silencio…
Y poquito a poco me acerco a mi techo.
Ansío ya mismo el mirar intenso
De mi santa madre en su lagrimeo;
Ansío ya mismo asirla en mi pecho
Para regalarle mi más dulce beso…
Está todo igual cual yo lo recuerdo.
El parral, la bomba
De agua y el cantero
Colmado en gladíolos y malvones tersos.
El tilo y la acacia aún son inmensos,
Y el horno de barro sigue contra el cerco.
El galpón de chapas, el leñero, el huerto,
Y al fondo del todo gallinas y puercos.
Nada está cambiado en mi querido pueblo…

Miro hacia lo lejos…
Y de pronto veo
Cruzando el arroyo del puente de hierro,
Que todos caminan rumbo al cementerio.
Una caravana teñida de negro transita marchita
Acarreando un féretro.
El cura, la machi y hasta algunos perros
Son parte solemne del final cortejo.
Pero me disculpo ante el Dios supremo
Y envío de lejos al cristiano muerto
Mi sentido pésame y santo respeto.
Mas lo que yo quiero en este momento
Es tan sólo entrar a mi rancho bueno.
-¿Cómo estará mama? Más viejita, es cierto-
Pero siempre dulce como miel de trébol
Con su trenza al viento y con su pañuelo,
Con sus manos blancas de paz y silencio.
Golpeo la puerta y espero contento
Su asomar cansino de otoños y tiempo.
Pero nadie asoma, ¿estará en el cortejo?..
… Se me hiela el alma, se agita mi pecho,
Mis vellos se erizan, se anuda el garguero.
Y así, sin pensarlo disparado salgo
Corriendo al camino que va al cementerio.
Voy pidiendo a Dios que no sea cierto,
Que no sea ella la que está en el féretro
-        Que no sea mi madre Diosito te ruego
-        Que no sea ella la que se fue al cielo…

Llego al cementerio, está todo el pueblo,
Y como un enjambre de atavío negro
De a uno se abalanzan con brazos abiertos,
Con rostros sombríos y en hondo silencio
Para consolarme y darme sus respetos.
No quiero creerlo, no quiero creerlo,
Por eso me acerco al ataúd de fresno,
Levanto la tapa rogándole al cielo,
Y allí está Ella en el ancho sosiego
Que brinda la muerte al llegar su tiempo.
Allí está Ella cruzando sus dedos
Crucifijo en mano cabalgando al cielo
Con su rostro frío y mudo su cuerpo...
...Y yo regresando, hijo de este pueblo
Que un día partiera a futuro incierto.

4 comentarios:

  1. ¡Cuánto sentimiento, Andrés! Me conmueven tus versos.

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  2. Una descripción maravillosa del lugar, pero que tristeza y cuán duro golpe del destino. Versos tan descriptivos que conmueven el alma. Saludos.

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  3. Que bueno que mi poesía te llegue tan profundo Rosa! Gracias por tu visita!

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