Noche de
sábado en la city;
Atiborra
los bares un ciego vendaval
Con su
bullicio y su música ligera, no se
escuchan,
Están
infectados por el virus de la triste soledad.
Ella está
sentada absorta en el sillón,
Mira la
televisión, pero sin mirar
Ha caído
en el templo de los nidos vacíos,
Está
infectada con el virus de la triste soledad.
Él está
tirado allí en la calle,
Pasan
miles, sin que nadie perciba su pesar,
Pues
cayó en la maraña de la indiferencia;
Está
infectado con el virus de la triste soledad.
Ella
está parada ahí en la esquina,
Muestra
su cuerpo con total liviandad,
Vende su
carne por míseras propinas, nada le importa;
Está
infectada con el virus de la triste soledad.
Él pide
limosnas en los trenes,
En esas
vías que a ninguna parte van,
Está
infectado sin que nadie lo perciba
Con el
virus de la triste soledad.
Él se
dirige cada día a la oficina,
Trabaja miles
de horas sin parar,
Lo aterra
volver a la oquedad de su casa;
Está
infectado con el virus de la triste soledad.
Él está
del otro lado de las rejas
Cumpliendo
una condena social,
No lo rozan
ni las manos podridas de los carceleros;
Está
infectado con el virus de la triste soledad.
Él
navega en el alcohol que lo domina,
No tiene
un futuro en qué pensar,
Lo acuchilló
profundamente la amnesia de la vida;
Está infectado
con el virus de la triste soledad.
Ella y
él ya llevan una biografía,
Prometieron
para siempre juntos estar,
Hoy no
se hablan, no comparten sus miserias;
Están infectados
con el virus de la triste soledad.
Ella
dice: - más vale sola que mal acompañada,
Acaricia
su perro, bebe tinto y fuma sin cesar,
Tiene
terror de mirarse en el espejo;
Está
infectada con el virus de la triste soledad.
Ellos fuman
paco en el cordón de la vereda,
Toman
birra e inhalan poxi-ran,
Son eslabones
de la rota familia;
Están infectados
con el virus de la triste soledad.
Son muy
pocos los que pueden percibir esta epidemia
De no
tener un abrazo que nos pueda abrazar,
De no
tener un fuego para calentarnos,
De no
tener una oreja que nos quiera escuchar.
La ciudad
se proyecta en rascacielos,
En
vanidosos y analfabetos de la afectividad,
No
advierten que avanza presurosa
La epidemia
del virus de la triste soledad.
Esta peste destruye la esperanza,
Te condena
y te lleva a ese lugar
En el
que no puedes escapar de ella,
Del laberinto
de la dolorosa soledad.
Y yo
estoy aquí, hundido en mis poemas
Como un
náufrago que no tiene salvación, ni la tendrá;
Impotente
de batallar con ella,
Con la
epidemia de la triste soledad.