17.12.13

El ojo del hacha

Dice el refrán:
Nada tiene que ver el amor con el ojo del hacha…

Se vieron, se miraron, se desearon de inmediato.
Se apasionaron, se extasiaron de lujuria e impudicia
Y se lanzaron al río como dos piedras más.
Río turbulento el del amor, y el de los límites.

Pero… nada tiene que ver el amor con el ojo del hacha.

Después fueron una canoa en medio de ese río,
Contemplando atardeceres, mirando pájaros,
Regalando flores y besos, recitando poemas,
Despertando miradas, celos y silencios.

Pero… nada tiene que ver el amor con el ojo del hacha.

Entonces, se salieron del río y marcharon al campo.
Las primaveras cada vez tuvieron menos flores y pájaros
Y los inviernos fueron cada vez más largos.
Él todo lo controlaba, de todo desconfiaba,
Y la encerró en su propia cárcel… y le cortó las alas.

Pero… nada tiene que ver el amor con el ojo del hacha.

Y así pasaron veinte años, rutina tras rutina.
Él decretaba, ella acallaba, ella aceptaba.
Y la burbuja se henchía crepitante
De simulacros y felicidad ficticia.

Pero…  nada tiene que ver el amor con el ojo del hacha.

Un día golpeó a su puerta un caminante perdido.
Se vieron, se miraron, se desearon de inmediato.
Se apasionaron, se extasiaron de lujuria e impudicia
Y se lanzaron al río turbulento del amor y de los límites.

Pero… nada tenía que ver el amor con el ojo del hacha.

Cuando él llego esa tarde del trabajo diario,
Ella estaba desnuda en la cama, impúdica y extasiada.
Él quiso gritar, decretar y ejecutar…
Pero no se dio cuenta del caminante detrás de  la puerta…
Un hachazo certero terminó con su vida.

Aunque… nada tenga que ver el amor con el ojo del hacha.

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