El día
en que el todo y la nada crucen sus caminos;
Cuando
mi palpitar se detenga y la luz se haga incandescente;
Cuando
los ángeles caídos quieran sumarme a sus filas,
Estaré
allí para tomar tu mano, deseada
Para acariciar
tu rostro de niño
Y atrapar
tu sonrisa apacible.
Cuánto
deseo tenerte en mi pecho,
Llorar
toda esta ausencia desde que partiste
Y henchir
el corazón de algarabía.
No imaginas
lo difícil que es que no estés.
El
vacío es inconmensurable
Y los
que te amamos simulamos haberlo superado.
Por eso
estaré allí,
Ansioso
de estrecharte sin el tedio de la vida,
Sin el
lastre que depara la rutina,
Sin el
peso de este cuerpo que envejece.
No hay
manera de escaparle a este destino.
Aún me
quedan promesas que cumplir,
Un hijo
que criar, un poema que escribir.
Pero tarde
o temprano estaré allí,
Ni antes
ni después. Sólo en el preciso instante
De mi
último latido.
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