Benditas
sean las fibras de tus lianas
Que
me incrustan en el centro de tu cuerpo,
Que me
zambullen en el istmo de tus piernas,
Y en
la blancura radiante de tus senos.
Si no
fuera por la costumbre que tiene el sol,
De
arrebatarle las noches al lucero,
No te
tendría aquí, paloma herida;
Frágil,
pueril, encarcelada en tu agujero.
Abrazado
a tu médula, a tu eje,
Al
ecuador de tu vientre bueno
La plenitud
del gozo se hace infinita
Y
ondeo cual cometa del ensueño.
Estás
aquí por fortuna del destino
Que te
trajo una noche a mis silencios
Cuando
la vida te había vuelto las espaldas
Y el
desamor había mostrado sus secretos.
Ya no
sufras más paloma herida,
Me he
calzado mi traje de enfermero
Y uno
por uno iré curando tus pesares
Con agua
clara y amor cálido de enero.
Entonces,
Cuando
seas capaz de un vuelo pleno
Y
hayas asido la libertad y su universo
Soltaré
tu mano, aunque me duela
Para
que vuelvas a la vida y a su trueno.
Mas no
olvides que un día te di cobijo,
Que te
amé sinceramente en el silencio
Que tomé
tus alas mustias, malheridas
Y te
surqué de caricias con mis dedos.
Vuela,
vuela ya paloma mía
Toma la
vida, la libertad y su asidero
Y si
un día de mis manos necesitas
Vuelve
al nido que una vez fue tu consuelo.
Y si
acaso no pudieses ya volar
Y en
tu pecho hubiere una daga clavada
Llámame
con tu arrullo ensangrentado
Que a
tu lado correré
Aunque
tú por mí no sientas nada.
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