No es
la pimienta de cayena,
No es
la negra berenjena,
Ni el
tomate madurado bajo el sol.
No es
el aceite de la verde oliva,
Ni la
cebolla del Asia central.
No es
el enebro ni la nigella sativa.
Ni es
la mostaza o la blanca sal.
No es
el laurel, la salvia ni es el ajo,
No es
el tomillo ni el dulce pimentón,
No es
el comino ni el romero en gajo,
No lo
es el orégano, ni es el estragón.
No es
la canela, el jengibre o la cúrcuma,
No es
el cilantro ni el clavo de olor.
No lo
son las papas, la batata o la rúcula.
No lo
es la albahaca, ni es la coliflor.
Ella
canta alegre y el aroma a comida
Se
apodera del aire con su tibio fulgor,
Cuando
con sus manos mezcla hierbas finas
Todo
se alborota por el corredor.
Sabores
y aromas de Europa o de China,
De la
dulce América, de oriente o del sol
Como
una alquimista ensaya su rutina
Entre
sus tribikos, trastos de latón.
Esboza
una risa y menea las caderas
Bajo
el brujo hechizo de alegre canción
Con
sus manos mágicas pela, corta, amasa
Tal
cual una diosa con su creación.
La
obra está lista y todos se aglutinan
En la
mesa grande, allá en el comedor
Esperan
deseosos la obra divina
Digna
de los dioses y de adoración.
-Dime
cocinera, ¿cuál es el secreto?,
¿Cuál
el ingrediente?, ¿Cuál es la poción?
-¿No
te has dado cuenta pequeño poeta?...
Todo lo
transforma tan sólo el amor.
Bonito texto creado con el alam de las palabras
ResponderEliminarcumplo con visitarte
ResponderEliminarJano Antrix
Qué maravilla de poesía, me permites ponerla en mi Facebook citándote, por supuesto. Abrazo.
ResponderEliminarSi! Rosa María. Por supuesto!
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