No
hubo funeral
Ni
coronas de flores marchitas.
El
día se metió en un ala del invierno
Y la
lluvia comenzó a caer y a esconderse
Ya no
hubo paraguas para dos
Y una
sombra negra se alejó oscura y silenciosa
Bajo
el gris racimo de gotas transparentes
Dejando
en unos ojos
La
mirada aletargada y ausente.
Su
figura se perdió allá, en el espacio
Como
una sombra china entre las manos de la tarde.
Se
calló la canción, se quemaron las cartas,
De
las entrañas emergieron arrugas
Y se
abrió una herida flagrante y fatal.
Un
alma quedó sola en ese instante,
Ahora
sin abrigo
Y un
mar de gélidas olas
Arrasaron
los glóbulos de fuego de su sangre.
Se ha
roto la homeostasis,
Y
comienza el camino de las noches
Con
los ojos mirando hacia la nada.
Ahora,
es tiempo de salir a buscarla por las calles,
A
transitar la soledad anquilosante,
Y,
aunque a pesar de que la encuentre
encendida de la mano de otro amante
Tendrá que simular que ya no arde.
Tendrá que simular que ya no arde.